HOSTAL
"FORNOS"
Por: José Antonio
Gómez Municio
"Habitación
con vistas a la historia."
Con la resurrección del Fornos renace
uno de los hoteles más antiguos y literarios de Segovia.
En sus habitaciones dormían los más
destacados visitantes de la Segovia de principios de siglo. Ramón
y Cajal, Unamuno o Jacinto Benavente o el ex sultán de Marruecos,
se alojaron en el hotel Fornos, que también era un punto de
encuentro de la ciudad donde la “alta sociedad” o los
intelectuales celebraban fiestas y banquetes. Ahora, el hotel ha resucitado
como hostal, con una restauración que recupera el espíritu
bohemio, artista y elegante de antaño.
Los edificios forman parte de la memoria más
aparentemente duradera y sin embargo endeble de la ciudad. Este siempre
ha estado ahí, en el centro de la ciudad, en plena calle Infanta
Isabel. En las primeras décadas del siglo fue uno de los hoteles
más grandes y prestigiosos de Segovia, que respondía
al suntuoso nombre de Gran Hotel París-Fornos. Uno de esos
hoteles café incluido que a principios de siglo eran uno de
los centros de la actividad publica, especialmente la cultural. Por
sus habitaciones pasaron Unamuno, Ramón y Cajal, Benavente,
y en sus salones se desarrollaba la burbujeante vida social de la
época, con bailes y otras lindezas con las que se entretenían
nuestros abuelos.
Después vino el olvido y su conversión
definitiva en pisos particulares. Pero el espíritu del Fornos
estaba pidiendo una resurrección. Y la resurrección
vino de la mano de Quique y José Santana, que hicieron todo
lo posible por reconstruir no sólo el espacio sino también
el espíritu de aquel hotel, convertido hoy en lujoso hostal
que regenta Rosa Sancho. “No queríamos hacer una cosa
cualquiera, sino ser fieles a toda la historia de este lugar”,
señala Quique Santana.
Aunque los detalles arquitectónicos
prácticamente habían desaparecido, el nuevo hostal Fornos
conserva la estructura de un ala del hotel, que en sus buenos tiempos
ocupaba toda la manzana. Además se han preservado algunos detalles
como las columnas interiores de acero (muy parecido, por cierto, a
las que se pueden ver en el teatro Juan Bravo) y, por supuesto, la
puerta de entrada, con sus batientes y vidrios interiores incluidos,
una pieza extraordinaria de madera tallada con adornos de estilo modernista,
y que supone uno de los pocos ejemplos de modernismo en Segovia.
En las antiguas fotos se pueden ver algunos
elementos que probablemente ha desaparecido para siempre, como el
tejadillo modernista que adornaba la puerta principal, o las puertas
de madera en cuya parte alta podía leerse esa denominación
mítica para los segovianos de la época: Gran Hotel,
que era sinónimo, como la película de la Garbo, de placeres
y lujos refinados y sin fin. El Gran Hotel de una ciudad era entonces
uno de sus ejes centrales y en trono a él se arremolinaban
los chiquillos, los curiosos, los comerciantes y, claro, los periodistas,
todos a la caza de ilustres visitantes.
En los archivos se recuerdan las visitas de
aquellas glorias, ayer viajeros ilustres, hoy parte de la Historia.
Cuando Ramón y Cajal vino a Segovia en 1919 llevaba ya 13 años
con el Novel en el bolsillo. En la tierra de Segovia del 15 de agosto
se recuerda su paso por el hotel. Jacinto Benavente estuvo justo unos
meses antes de que la Academia sueca le concediese uno de los Nobel
más olvidados de la Historia. En concreto fue la Asociación
de la Prensa de la época la que agasajó al poeta con
un banquete en el Fornos, que además de habitaciones, tenía
una “acreditada” cocina.
Miguel de Unamuno también estuvo en
una habitación del Fornos en 1921, cuando pasó dos días
en Segovia, donde fue recibido, según cuentan las crónicas
de época “con unánimes muestras de respeto y cariño
por parte del elemento intelectual.
Pequeño Ateneo
El Fornos era como un pequeño Ateneo
y en sus pasillos bullía parte de la historia de la ciudad;
la intelectual pero también la más mundana. Imaginen
si no la expectación que provocó en el segoviano de
principios de siglo leer que el ex sultán de Marruecos Muley
Hafid, que había llegado a la ciudad ocupando un llamativo
sidecar, se instaló junto a su séquito de doce personas
en el Fornos, según recuerda El Adelantado de Segovia del 25
de julio de 1918.
Curiosamente desde que el nuevo Fornos está
abierto, los próceres antiguos han dado paso a los modernos
artistas, dado el carácter de auténticos mecenas de
la música que tienen los hermanos Santana. Los tranquilos y
reposados escritores, filósofos e investigadores de antaño
se han sustituido por artistas más ruidosos, generalmente músicos
modernos, que sin embargo encuentran en las habitaciones del Fornos
la misma paz que los premios Nobel pretéritos. Tal vez dentro
de poco la historia se escriba con las huellas de estos artistas y
se recordará la noche lunfarda que pasó Antonio Bartrina
o la canción que Calamaro ha podido componer en el Fornos.
También muchos de los actores que visitan Segovia para actuar
en el Juan Bravo eligen el nuevo Fornos, como las antiguas celebridades
que iban al teatro Miñón. “Hemos cuidado mucho
el ambiente y generalmente los artistas saben valorar mucho esos pequeños
detalles”, explica Santana.
Fiestas para la
gente “bien”
Los salones del antiguo Hotel Fornos fueron
utilizados en 1916, según recoge la prensa de la época,
por las “distinguidas familias de la buena sociedad segoviana”.
El cronista explica que las Nocheviejas eran las más agradables
“de la gente bien” que concurría a los tés
del Fornos.
Coches de turismo
Entre las novedades que proponía el
Hotel París-Fornos a la clientela de principios de siglo destacaba
el ofrecimiento de coches de turismo para pasear admirando los monumentos
segovianos. Dependiendo de la categoría del visitante, los
guías eran destacadas personalidades de la época.
Una gira por Revenga
La Asociación de la Prensa agasajó
en 1915 a Jacinto Benavente con una gira por el “pintoresco”
Soto de Revenga antes de llevarle al hotel Fornos. El obispo de Segovia
solía obsequiar con licores y cigarros a los periodistas con
motivo de sus homenajes a personalidades.
Quintanilla y Zambrano
Eran frecuentes en el hotel los banquetes por
periodistas y escritores destacados como Mariano Quintanilla, José
Rodao o Blas Zambrano. A esta tertulia se uniría después
Antonio Machado durante su estancia en Segovia.
Habitaciones de Hospital
Además de ser el preferido por “la
crema de la intelectualidad” cuando visitaba Segovia, el hotel
Fornos, seguramente por su ubicación casi en el centro de la
ciudad, era el más utilizado por los doctores itinerantes que
venían a las ciudades de provincia desde sus gabinetes en Madrid,
ofreciendo sus servicios casi milagrosos.
Así, allá por 1915; el médico
ortopédico J. Campos reservaba una habitación todos
los días 26 de cada mes para ofrecer “extirpación
de callos o arreglo de las manos”. Y si uno no quería
pasarse por el hotel, incluso era posible hacer consultas por correo.
Algo imposible para los oculistas, que siempre en los anuncios eran
“afamados” y que también ofrecían sus servicios
en las cómodas habitaciones del hotel.
Otros vendían operaciones misteriosas;
como la colocación de piernas artificiales o los tratamientos
mecanoterápicos contra “descensos de matriz, desviaciones
de tronco, tumores blancos y toda clase de deformidades”.
Hay que imaginar el hervidero del Fornos antiguo
comparado con su actual tranquilidad: junto a emires marroquíes,
actrices en gira, viajeros adinerados o escritores renombrados pululaba
en el Fornos los días señalados un hormiguero de enfermos
con vendas en el cuerpo, y de deformes en busca de cura. Pura vida.